
miércoles, 29 de febrero de 2012
Tan fuerte y tan cerca: 9

jueves, 23 de febrero de 2012
Viaje a la isla misteriosa: 6
viernes, 17 de febrero de 2012
En un mundo Mejor: 11 !

En ese lugar, uno de los violentos líderes requiere ser curado de una pierna gangrenada. Anton, ese fue uno de los momentos en que la ética de médico se impuso contra su concepto de justicia, sin embargo los enfermos y sus familiares que integran el ghetto, se lo reprocharon profundamente. Llega un momento en el desenlace, en que Anton permite -que no participa-, que los familiares afectados de matanzas y asesinatos hagan justicia por su propia mano.
Pero eso no es todo, esta película que mereció el premio como mejor película extranjera en 2011, al más puro estilo de Amores Perros, en forma paralela a lo que acabo de comentar arriba, el hijo de Anton sufría acoso escolar por gandallas mayores. Su hijo conoce a Crhistian, un compañero de su edad que acaba de perder por cancer au madre, y eso le provocaba terribles confusiones y actitudes violentas, tanto que al final terminan creando una bomba y la explotaron bajo una camioneta, arriesgando esos niños sus propias vidas.
En fin, una EXCELENTE película.
sábado, 11 de febrero de 2012
Mejor no saber - Chido - Rafael Pèrez Gay.
No sé cómo escribo. Mejor no saberlo, de verdad. Desperdicié un tiempo precioso en busca de atmósferas ridículas, con dispositivos e ingenios que el joven que fui consideraba importantes. Entendía por dispositivos tardes nubladas, luces indirectas, música triste, una pluma especial, un cuaderno traído de no sé qué ciudad prestigiosa. Tonterías. Perdí un libro, al menos, en esas ceremonias.
Con la lectura me pasaba todo lo contrario. Quizás nunca volveré a leer con tanta furia como en aquellos años. Acostado en la cama, en el baño, en la cocina, en un sillón, de pie. Cuento esto porque desde entonces la lectura acompañará siempre al acto de escribir. Si traigo un cuento entre manos, la subtrama encierra lecturas. Una historia larga, ni se diga. Escribo en estos días una novela sobre la enfermedad y el dolor. Una de las tramas menores ocurre en la ciudad del año de 1900, más o menos. Para eso he tenido que leer una historia del Teatro Nacional y su destrucción. Una maravilla de época. No sé si servirán de algo esas páginas, pero sin esa lectura no estaré convencido de la trama menor. Y luego a la hemeroteca. Comparto con algunos amigos la locura de los periódicos viejos. Pensamos que contienen todas las verdades, aunque tal vez sólo oculten historias muertas. Esto me pone triste, como cuando se descompone una máquina del tiempo.
Considero un pecado imperdonable aburrir al lector. Estoy seguro de que si me aburro mientras escribo, aburriré a los demás. Nunca sobra un detector de tedio: leer y releer en voz alta y sin entonación. Si no me incita, a nadie le servirá. Pasa con el artículo de la prensa, con la pieza literaria, el cuento, el capítulo de una novela. Hace tiempo que dejó de preocuparme la frontera que separa a la literatura del periodismo, en caso de que exista. Escribo en una MacBook Pro. El desorden ha empezado a ganarme terreno en el estudio. Libros y libros. Nunca encuentro el que necesito; entonces lo compro, aunque sé que en alguna parte de los libreros se esconde. De muchos volúmenes tengo dos ejemplares. Aparecerá una hora después de que termine este texto. Me refiero a una pieza extraordinaria de Tomás Eloy Martínez sobre periodismo y literatura. He invocado a San Panus, santo de las cosas perdidas y nada. Caminé un rato repitiendo en mi cabeza: San Panus, que aparezca. Nada.
Una noche de junio de 1893, Manuel Gutiérrez Nájera y Carlos Díaz Dufóo inventaron el periodismo cultural mexicano mientras caminaban por la calle oscura de Escalerilla. El director del Partido Liberal les ofreció a los escritores la edición del periódico del día domingo. Así surgió el primer suplemento literario de México: Revista Azul, ni más ni menos. Cuento esta breve historia porque de allá vengo, de la prensa literaria. Así escribo, recordando otros tiempos. Empeño la memoria en algunos de los conocimientos históricos que aprendí en las hemerotecas.
He escrito mucho periodismo. No me arrepiento. Desde hace treinta y cinco años no ha pasado una semana sin que ponga un texto en la prensa. No exagero, sé de qué hablo. Así escribo, en una discreta tradición personal que transcurre con el paso de los años. A veces me escudo en algunas frases atribuidas a García Márquez: un cuento tiene que estar escrito con la fuerza inmediata de un reportaje; un reportaje, con la profundidad y dilación de un cuento. Cierro esta incitación diciendo que no sé cómo escribo y para eso traigo a este espacio esta intuición del escritor brasileño Rubem Fonseca: “Los recuerdos que preservamos desde la infancia y cargamos durante toda nuestra vida son tal vez nuestra mejor educación, dice Aliosha Karamazov. Y si sólo uno de esos buenos recuerdos permanece en nuestro corazón, tal vez se convierta, un día, en el instrumento de nuestra salvación”. Así escribo: en busca de alguno de esos recuerdos.
El Panzaso según Ciro G.L.
Pensé que se trataría de una cómoda denuncia sobre nuestras miserias educativas, otro recuento de nuestros rezagos plagado de clichés. Qué inspirador es ver que no ha sido así, que De panzazo es un trabajo intelectualmente ambicioso. Provocador y propositivo.
Tres años tomó concretar este documental de Mexicanos Primero, dirigido por Juan Carlos Rulfo y codirigido por Carlos Loret de Mola. No me detengo en la espléndida narrativa visual y discursiva, ni en las pequeñas joyas que van salpicando los 80 minutos (videos de los alumnos, testimonios, el diálogo de Loret con la maestra Elba Esther, en fin), sino en la forma en que se desarrollan los dos ejes esenciales: la educación en México está muy mal y la solución del problema no pasa por inyectar más dinero.
En vez de regodearse en los pésimos rankings internacionales, o en que ocho de cada diez alumnos de secundaria no saben multiplicar, Rulfo y Loret apuntan el proyector a un eje triangular corresponsable del drama: autoridades, maestros, padres de familia.
La provocación estriba en afirmar que sí hay una salida y que la linterna para cruzar el largo túnel es repetir que sí vale la pena seguir yendo a la escuela cada mañana, que sí es cierto que con una mejor educación te va a ir mejor en la vida. La provocación es la suma del sí.
Alumnos, maestros, padres de familia y autoridades salen del documental con una misión posible: no es cuestión de buenas intenciones, sino de una nueva lógica y un nuevo espíritu: una revolución moldeada por millones de pequeños esfuerzos cotidianos que demuela rápida, pero cuidadosamente, el ruinoso orden de las cosas.