miércoles, 29 de enero de 2020

Ubiquiti Nanostarion Loco M2 no permitía conexiones.


Conecté el Ubiquiti Nanostarion Loco M2 al PPOE y a la LAN, todos los leds indican que había conexión. Sin embargo, ningun cliente lograba conectarse a la red inalámbrica que se difundía.

Tardé en descubrir que para que funcione había que desactivar el "airmax" y poner a 20mhz el channel width de la primera pestaña de configuración.

El libro que nunca fue - Capítulo 1 Parte 1

En esa tarde calurosa de agosto, decidieron los seis amigos —como lo hacen regularmente—, ir por unas frías después de una intensa jornada laboral en la oficina de impuestos, fueron a su lugar favorito, un botanero de mediodía llamado "La choza", ubicado al poniente de esa ciudad costera. Tanto ella como el disfrutan bastante en grupo, pero ambos tienen la esperanza de lograr verse a solas al final de cada tertulia, aunque sea por unos minutos, aunque sea para unos cuantos besos urgentes, aunque sea para unas cuantas guardadas y atrevidas caricias.

Era un secreto íntimo para ambos, le llamaban pícara y divertidamente "la iglesia", que es un acotamiento al lado de un tempo católico a la salida de la ciudad; les gustaba por discreto y por su abundante sombra gracias a dos grandes y frondosos framboyanes que orgullosamente cuidaban la zona, aparte de que al estar al lado de una iglesia, contaban con una irónica protección celestial. En ese lugar llegaban cada vez que lo acordaban, el llegaba primero y a los pocos minutos ella se estacionaba a un lado, bajaban los cristales para entablar miradas cómplices y emocionadas por unos segundos; después, ella apagaba su auto y se pasaba al asiento del copiloto en el otro carro. Antes que ella se estacionara, acostumbraba mediante mensajes, verificar que fuera realmente su amigo quien estuviera dentro del auto, no vaya a ser la de malas, que sea un cuatro tendido para que ella caiga y se meta en problemas, psicosis que ha desarrollado por enterarse de cosas que le han pasado a las primas de sus amigas.

—¿Ya estás ahí? —escribió ella en su móvil.
—Si, apúrate para que alcances frías las cervezas —contestó el rápidamente.
—Jajajajjajaa, de hecho te estoy viendo desde la esquina... sólo quería comprobar que eras tu, ya me voy a estacionar —remató ella, un tanto nerviosa—. ¿Puedes bajar tu cristal y saludarme? Digo, para estar absolutamente segura.
—¡Listo! Ya. ¿Contenta? —contestó el impaciente después de bajar el cristal, sacar la mano y mostrar una sonrisa lacónica— Ya estaciónate, no seas.

José Hugo McRoozi
El libro que nunca fue.

lunes, 27 de enero de 2020