lunes, 3 de agosto de 2009

Las mil y una noches.

Cuentan —pero Alá sabe más— que hace algún tiempo cierto sultán cabalgaba hacia la meca
Con su séquito, y en el trayecto se encontró a un decrépito asceta que plantaba una palmera a la
orilla del Camino. el sultán desmontó y se dirigió a éste en estos términos:

—¡Pero viejo! ¡Usted ya es un anciano! Ya no alcanzará a ver crecer este joven árbol, menos a saborear sus dulces frutos.

A lo que el viejo, impasible, le respondió:

—Plantaron y comimos. Plantemos, para que coman.
El sultán se admiró de tan grande generosidad y le entregó cien monedas de plata, que el anciano tomó haciendo una zalema, y luego dijo:

—¿Has visto, ¡oh, rey!, cuán pronto ha dado fruto la palmera?

Más y más asombrado, el sultán, al ver cómo el ingenioso
viejo tiene sabia salida para todo, le entrega otras cien
monedas. Éste las besa y luego contesta prontamente:
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—¡Oh, sultán!, lo más extraordinario de todo es que
generalmente una palmera sólo da fruto una vez al año y la
mía me ha dado dos en menos de una hora.

Maravillado está el sultán con esta nueva salida, ríe y exclama
dirigiéndose a sus acompañantes:

—¡Vámonos! ¡Vámonos pronto! Si nos quedamos aquí más
tiempo, este buen hombre se quedará con mi bolsa a fuerza
de ingenio.

He querido iniciar con este pequeño relato para dar una muestra de la belleza, la riqueza narrativa, la sabiduría y el buen humor que impera en Las mil y una noches—o, como los puristas prefieren, Las mil noches y una noche—. Se trata de una compilación de cuentos y leyendas árabes, cuyo antecedente es otra colección, de origen persa: Hazar Afsanao Los mil mitos, llamada exóticamente por los árabes Alf layla wa-layla—esto es, «mil noches y una noche»—, cuyos manuscritos más antiguos datan de la época del Califato Abasí, entre los siglos ix y xiv, y que han llegado hasta nosotros gracias a diversos traductores. Y si, como dice Jorge Luis Borges, el nombre inglés Arabian Nightsno le resta exotismo, no se compara con el arcano español, tanto numérico como poético, de Las mil y una noches, ya que si 999 noches darían una idea de algo imperfecto, inconcluso, el mil, en contraste, es un número divino en el Islam, perfecto y redondo. Y el mil más uno, claramente, está más allá de toda perfección humana.

Tomado de la pag. 59 de la revista Algarabía - Dulce de Reyes.

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