viernes, 19 de septiembre de 2025

La sociedad de los poetas muertos: 10 - Netflix.


Este es un clásico que nunca había visto. Lo encontré en Netflix y me alegra mucho haberlo visto, porque ahora entiendo todo lo que se decía sobre la película y la famosa Sociedad de los poetas muertos. Es una cinta antigua, un clásico, ambientado en lo que parece ser la Inglaterra de los años 60, en un entorno de disciplina, inocencia y estudio, donde los padres imponían a los hijos qué debían estudiar, y ellos lo cumplían creyendo que era lo mejor para su futuro.

La historia gira en torno a un grupo de estudiantes y a su nuevo profesor de literatura, interpretado por Robin Williams. Este maestro no enseñaba de forma convencional, sino que era totalmente disruptivo. Les hacía romper el libro de texto, afirmando que lo que ahí se enseñaba era absurdo, pues la literatura no podía medirse ni evaluarse con reglas rígidas. Para él, la literatura era subjetiva y debía vivirse con pasión.

Los alumnos quedaron fascinados. Un día descubrieron en un anuario que su maestro había estudiado en esa misma escuela muchos años antes, y que había formado parte de una sociedad llamada Los poetas muertos. Aquello, en realidad, no era más que un grupo de jóvenes que se reunían en secreto por las noches en una cueva para leer poesía y hablar de arte, algo considerado una rebeldía en esa época tan estricta. Inspirados, los muchachos decidieron fundar su propia Sociedad de los poetas muertos.

Así comenzaron a reunirse, leer poesía, hablar de música y reflexionar sobre la vida, cosas que en esa escuela eran vistas como irrelevantes, ya que la institución estaba enfocada en formar contadores, abogados y científicos exitosos. Para los padres y autoridades, aquello era peligroso y la influencia del profesor se volvió sospechosa, especialmente cuando uno de los alumnos decidió que quería dedicarse a la actuación.

Este joven logró el papel principal en una obra de teatro escolar. Su padre, autoritario y rígido, se opuso, exigiéndole que abandonara esa “locura” y siguiera el camino que él había planeado: convertirse en contador e ingresar a una escuela militar. A pesar de las advertencias, el chico actuó en la obra, que fue un éxito, pero al final su padre lo sacó del teatro con furia y lo obligó a abandonar la escuela. Esa noche, abrumado por la desesperación, la presión y la falta de apoyo, el joven se quitó la vida con el arma de su padre.

La tragedia conmocionó a todos. Los padres y directivos culparon al profesor, aunque él únicamente había despertado la pasión de los estudiantes por la vida, la literatura y el arte. Fue despedido y marginado, incluso en el velorio del muchacho.

La escena final es de las más memorables del cine: mientras el profesor recogía sus cosas del salón bajo la mirada del nuevo y rígido director, uno de los alumnos se puso de pie sobre su pupitre y lo despidió con un firme “¡Oh, capitán, mi capitán!”, recordando una de las enseñanzas del maestro. Poco a poco, varios otros lo imitaron, en un gesto de respeto y gratitud.

La película termina con esa poderosa imagen, un homenaje a la libertad de pensamiento y al valor de vivir con pasión.

Es, sin duda, una película impresionante y muy recomendable.

jueves, 18 de septiembre de 2025

Marcial - El lobo de Dios - HBO Ago25


Sobre Marcial Maciel existen muchos documentales y películas. Uno de ellos, que estoy viendo en HBO, tiene un título muy llamativo y muestra aspectos que yo no conocía.

Maciel nació en Michoacán y, desde joven, buscó crear su propia congregación. El Vaticano nunca lo aceptó al inicio, pero poco a poco fue convenciendo a gente influyente y entregando sobornos dentro de la Iglesia. Así fue tejiendo amistades en el Vaticano hasta que finalmente lograron aprobar su congregación, llamada Legionarios de Cristo. Aunque no era su nombre original, se impuso porque sonaba más atractivo.

Su método era siempre el mismo: buscaba principalmente a mujeres viudas o separadas con mucho dinero, las convencía y manipulaba para que entregaran donativos disfrazados de aportaciones religiosas. Incluso llegaba a involucrar a sus hijos, llevándolos a la congregación. Con estas prácticas y con sobornos, logró construir universidades en México, Estados Unidos y España, atrayendo a personajes de gran relevancia. También fundó los institutos Cumbres, con un modelo educativo religioso de élite, dirigido a las familias más ricas, asegurándose así de tener influencia en las altas esferas.

Se dice que Maciel fue víctima de abuso en su infancia, lo que dejó secuelas. Sin embargo, lo más grave es que él mismo abusó de niños desde sus primeros años como líder. Usaba excusas como dolores en las piernas o en los testículos para que lo tocaran, o “enseñaba” a los menores cómo debía hacerse, cuando en realidad los estaba abusando sexualmente. Décadas más tarde, muchos de esos niños denunciaron los hechos.

Su poder creció sobre todo durante el papado de Juan Pablo II. Aunque ya existían denuncias, Juan Pablo lo protegió, lo usó como organizador de sus visitas a México y se benefició de los recursos que Maciel aportaba. Gracias a ello, los Legionarios de Cristo se consolidaron.

Al mismo tiempo, Maciel llevó una doble vida. Disfrazado de civil, conoció a una mujer a quien convenció de que quería casarse. Formaron una familia y tuvieron hijos. Ella descubrió su verdadera identidad al ver su foto en una revista, aunque él lo negó todo. En la serie aparece también cómo Carmen Aristegui entrevistó a algunos de esos hijos, quienes denunciaron haber sido abusados por él. Incluso familias poderosas como los Sada de Monterrey tuvieron vínculos con los Legionarios, aunque luego se dieron cuenta de que estaban siendo utilizados.

En 2008, a los 87 años, murió el que muchos consideran el mayor criminal de la Iglesia católica. Jamás fue juzgado en vida. Su caída comenzó tras la muerte de Juan Pablo II y con la llegada de Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), quien finalmente ordenó apartarlo de la Iglesia y le pidió retirarse a la oración y la penitencia. Maciel no obedeció: continuó viajando por el mundo, disfrutando de lujos y recibiendo hasta 20 mil dólares mensuales. Poseía, además, una casa en Florida con piscina y acceso a canchas de golf, donde murió.

Después de su muerte, muchos de sus seguidores tuvieron que aceptar la verdad, aunque durante años se negaban a creerlo. Las pruebas finales fueron contundentes: múltiples denuncias, testimonios, y hasta la existencia de segundas familias, como la que tuvo en España con doña Norma y su hija.

En mi opinión, todo esto muestra cómo la manipulación, el miedo religioso y las amenazas del “más allá” permitieron que un personaje como Maciel se mantuviera impune durante décadas, dañando a muchos mientras era protegido por los más altos niveles de la Iglesia.