lunes, 20 de octubre de 2008

¡Hummers, sí; pizarrones, no!

Se necesita tener asegurada la impunidad para arrojarse a un océano de cinismo. Hay que tener la cara muy estirada para decir que incluso si pudiera 'se las hubiera dado blindadas'. Los profesores no necesitan tanques disfrazados de camionetas, porque no deben perder el tiempo organizando supuestas rifas en beneficio de escuelas marginadas.

La respuesta de la señora Elba Esther Gordillo tiene como base de lanzamiento creer que la sociedad mexicana es un conjunto de imbéciles.

Lo que es cierto es que formamos un conglomerado acostumbrado a tantos escándalos, crímenes y corruptelas que la de la presidenta vitalicia de los maestros será uno más en el interminable inventario que nos nutre desde tiempos pretéritos. Ellos, los profesores reprobados en las pruebas de Enlace, los incapaces de describir el teorema de Pitágoras, los ignorantes de la capital de Estonia e incapaces de formular un modesto presupuesto escolar o familiar, se dedican a bloquear calles, plazas públicas, lanzar petardos, lanzarse contra policías y organizar manifestaciones anuales en donde se exigen condiciones propias de piratas: alquilar, heredar y vender sus plazas de maestros. Para ello, son capaces de levantar campamentos que duran meses sin que sepamos quién los estimula y subsidia. En la lucha de esos individuos, jamás pugnan por su capacitación profesional ni esbozan la menor idea para actualizarse y con ello producir un sistema educativo que no nos ancle en los últimos lugares de cualquier clasificación.
Los profesores mexicanos —acomodados sea por gusto y conveniencia, sea por fuerza, en el sindicato magisterial— gozan de prebendas propias de grupos mafiosos y ajenos a los principios de solidaridad. Parecieran arcabuceros extranjeros con la meta de torpedear y colapsar la educación nacional. Dan grima y causan temor. Pena porque deambulan sin dignidad y miedo que en sus manos esté la mayoría de la infancia.

¿Qué ejemplo pueden dar hoy esos profesores a sus alumnos y a los padres de familia que depositan en ellos sus últimos jirones de confianza?

¿En qué cabeza cabe que, en el vórtice de un terremoto financiero mundial, cuando todo lo que conocemos puede colapsarse y Felipe Calderón da a conocer su Plan Anticrisis, los maestros pidan adicionales miles de millones de pesos y para ello lo hagan montados en camionetas-tanques? Eso cabe en quien se siente imprescindible como parte intrínseca de un grupo de mandamases en el que privan sustantivamente los intereses grupales con todas las garantías de ser protegidos. Es obvio que los recursos con que cuentan no son producto de un trabajo esforzado y constante; son dineros de los contribuyentes y como tal, exigen transparencia y eficacia. No importa que los maneje un sindicato; debieran estar sometidos a una escrupulosa rendición de cuentas.

¿Cómo es posible que una señora disponga de 30 millones de pesos para regalar camionetas a sus allegados e incondicionales cuando hay tantas escuelas sin pizarrones, mesabancos, sin sanitarios?

Ante tales aberraciones, el gobierno emanado del voto popular no puede quedarse ni en silencio ni sin acciones correctoras de esas anomalías. De hacerlo, su legitimidad será acremente sancionada aunque bien visto; sólo por darle acomodo y atenciones a la señora Gordillo y sus cómplices, ya está salpicado.

Raúl Cremoux

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