sábado, 30 de julio de 2011

Todas las almas - Javier Marías.

"Cuando uno está habituado a una sola boca

desde hace tiempo, las otras bocas parecen

incongruentes y presentan dificultades:

los dientes son demasiado grandes o

demasiado pequeños, los labios son avaros o en exceso

abundantes, la lengua se mueve a destiempo o permanece

yerta, como si no fuera músculo sino carne y hueso; el

olor de las zonas más olorosas (ingles, sexo, axilas) es desconcertante,

como lo es la descompensada intensidad del

abrazo, el tacto anestésico de las pieles, el áspero sudor de

los muslos (que se debe quizá al escrúpulo), los volúmenes

mal acoplados, los desconocidos colores que alteran

la luz del cuarto, el tamaño y la humedad del agujero.

Las manos no comprenden la medida distinta de unos

pechos que tal vez rebosan las propias manos o parecen

sustraerse a ellas, o que se endurecen con un pezón poco

liso, que casi raspa cuando se lo lame. El cuerpo nuevo

no es manejable (ningún cuerpo nuevo es manejable), y

siempre hay una reserva o una interrogación respecto al

orden y fuerza con que se debe besar sus diferentes partes,

o apretarlas, o mordisquearlas o investigarlas usando los

dedos, o respecto al efecto que hará en el otro pararse a

mirarlas, interrumpir el contacto y dedicarse a verlas con

detenimiento".

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