"Cuando uno está habituado a una sola boca
desde hace tiempo, las otras bocas parecen
incongruentes y presentan dificultades:
los dientes son demasiado grandes o
demasiado pequeños, los labios son avaros o en exceso
abundantes, la lengua se mueve a destiempo o permanece
yerta, como si no fuera músculo sino carne y hueso; el
olor de las zonas más olorosas (ingles, sexo, axilas) es desconcertante,
como lo es la descompensada intensidad del
abrazo, el tacto anestésico de las pieles, el áspero sudor de
los muslos (que se debe quizá al escrúpulo), los volúmenes
mal acoplados, los desconocidos colores que alteran
la luz del cuarto, el tamaño y la humedad del agujero.
Las manos no comprenden la medida distinta de unos
pechos que tal vez rebosan las propias manos o parecen
sustraerse a ellas, o que se endurecen con un pezón poco
liso, que casi raspa cuando se lo lame. El cuerpo nuevo
no es manejable (ningún cuerpo nuevo es manejable), y
siempre hay una reserva o una interrogación respecto al
orden y fuerza con que se debe besar sus diferentes partes,
o apretarlas, o mordisquearlas o investigarlas usando los
dedos, o respecto al efecto que hará en el otro pararse a
mirarlas, interrumpir el contacto y dedicarse a verlas con
detenimiento".
sábado, 30 de julio de 2011
Todas las almas - Javier Marías.
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