martes, 3 de enero de 2012

La peregrina de Felipe Carrillo Puerto.

“Por la tarde había llovido, y al cruzar por la barriada del suburbio de San Sebastián, la vegetación y la tierra recién humedecidas por el aguacero exhalaban esa penetrante fragancia que les es peculiar en tales casos. Alma aspiró profundamente aquel perfume, y dijo: “que bien huele”, y yo, por gastarle una galantería le repliqué: “Sí, huele porque usted pasa. Las flores silvestres se abren para perfumarla…”. Carrillo Puerto dijo al punto: “Eso se lo vas a decir a Alma en una poesía”. No, le repliqué yo, se lo diré en una canción. Y en efecto, en esa misma noche hice la letra y al siguiente día vi a Ricardo Palmerín y se la entregué para que le pusiera música. Así nació la Peregrina.

Con estas palabras narró Luis Rosado Vega, el poeta; el momento que dio origen a una de las más hermosas canciones yucatecas.

Alma María Sullivan, fue de las primeras mujeres que ejercieron el periodismo en San Francisco, California. De un breve matrimonio con Samuel Payne Reed, tomó el apellido y desde entonces fue conocida como Alma Reed. Escribía una columna llamada “Mrs. Goodfelloow”, en la que daba consejos legales a familias de inmigrantes ilegales que padecían los abusos de aquella sociedad. En 1921, su labor periodística logró salvar la vida de Simón Ruiz, un joven mexicano de 17 años condenado a muerte. De este caso resultó que las Leyes de California modificaron la manera de juzgar a los menores. La relevancia de este trabajo, motivó que el presidente Álvaro Obregón la invitara a México y así, en 1922, por primera vez visitó a nuestro país, del que se enamoró profundamente.

A su regreso a San Francisco, la esperaba un ofrecimiento de trabajo del New York Times, el que aceptó y fue asignada para cubrir los trabajos arqueológicos en la zona maya, en Yucatán. Ahí entrevistó a Edward Thompson, el arqueólogo que tenía años excavando en la zona. Éste le confesó que había sacado muchas piezas valiosas del Cenote Sagrado de Chichén Itzá y las había enviado al Museo Peabody de Harvard. Alma Reed inició una serie de reportajes denunciando este hecho y a la larga, se logró la repatriación de muchas de estas piezas.

En febrero de 1923, su camino se cruzó con el de Felipe Carrillo Puerto, gobernador de Yucatán. Personaje de fuerte personalidad e ideas socialistas, que tenía años luchando por los indígenas mayas y que se encontraba en la cúspide de su carrera. Dicen, quienes fueron testigos, que fue un amor a primera vista. Durante ese año, vivieron un intenso romance que desembocó en el divorcio de Carrillo Puerto y una promesa de boda que nunca se consumó. Este tiempo, vio coincidir a una pareja de soñadores enamorados, a un poeta (Luis Rosado Vega) y a un músico (Ricardo Palmerín); que en una canción dejaron una eterna huella de aquella historia.

El 3 de enero de 1924, mientras Alma Reed hacía los preparativos para la boda en San Francisco, Carrillo Puerto moría fusilado en la ciudad de Mérida por tropas de Adolfo de la Huerta que se habían rebelado contra el presidente Álvaro Obregón. Se cuenta que, cuando era conducido al paredón, sacó de uno de sus bolsos un anillo y le pidió a uno de sus ejecutores que lo entregara a Pixan Halel, en maya: Alma y Caña (Reed)

La herida en el corazón de Alma Reed nunca cerró. No obstante, siguió trabajando intensamente en lo que le gustaba… el periodismo. En 1928, conoció a José Clemente Orozco y se convirtió en su admiradora y promotora, exponiendo sus trabajos en New York. Cuentan las malas lenguas que hubo entre ellos una relación sentimental, que no llegó a mayores porque Orozco era casado y Alma nunca olvidó a Felipe. Su labor de promotora de artistas mexicanos, se extendió también a David Alfaro Siqueiros. En 1961, el presidente Adolfo López Mateos reconoció el amor que Alma Reed tenía por México y le otorgó el Águila Azteca.

Alma Reed y Felipe Carrillo Puerto, de frente en la eternidad. Foto de Juan M. Arrigunaga

En un día del año 1965, una anciana de mirada azul dormido, se acercó al entonces senador por Yucatán, Carlos Loret de Mola y le dijo: “Usted ocupará algún día la silla de Felipe”, yo no lo veré como gobernador porque moriré pronto; pero quiero pedirle que cuando yo muera, me sepulten en Mérida, cerca de Felipe. Unos meses después, el 20 de noviembre de 1966, Alma Reed murió a los 77 años en la Ciudad de México, a causa de un cáncer en el estómago. Tuvo que esperar casi un año para que uno de sus viejos amigos, recuperara sus cenizas que habían quedado retenidas por falta de pago en las funerarias Gayosso. Fue entonces que Loret de Mola, aún sin ser gobernador, cumplió el último deseo de Alma Reed y hoy sus restos yacen en la Ciudad Blanca, muy cerca de los de Felipe Carrillo Puerto. Así respondió “La Peregrina” a esa plegaria que nació cuando coincidieron: un par de soñadores enamorados, un músico y un poeta.

cuando dejes,

mis palmares y mi tierra

peregrina

del semblante encantador,

no te olvides,

no te olvides de mi tierra,

no te olvides

no te olvides de mi amor.

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