Es la historia de una persona que se dedica a montar broncos, o sea, a domar caballos en ruedos, en ese tipo de eventos de show. Él tiene un conflicto muy fuerte con su padre, porque su papá lo ve como alguien muy inmaduro y siempre le pregunta: “¿Cuál es tu plan? Con eso no vas a vivir”. Lo irónico es que su papá también fue campeón de jaripeo y ahora lo quiere obligar a entrar a la marina para que tenga dinero.
Pero él no quiere eso. Sus verdaderos placeres son dibujar y las chicas. La novia que conoció lo alentaba mucho a dibujar. Además, a él le descubren una especie de migraña o tumor en el cerebro cuando se desmaya, y le dicen que ya no debe seguir en el jaripeo, pero él sigue de todos modos.
Dejó a esta chica —su novia— y le dijo que se iba, que no podía quedarse. Prefería el jaripeo a su compañía y se fue. Esos recuerdos van apareciendo porque, en realidad, la película gira mucho en torno al paso del tiempo.
En una de esas veces que se escapó de su familia, se fue de la casa, agarró su caballo y su camioneta y pidió trabajo en un rancho con un viejito. A los dos días de estar ahí, salió a trabajar con el caballo, pero se le trabó el pie y el animal lo empezó a arrastrar. Con el golpe en la cabeza quedó desmayado, y no se dio cuenta de que el clima estaba cambiando. Cayó una nevada muy fuerte y, de pura chiripa, logró llegar a la casa, donde estuvo varios días tratando de sobrevivir y recordando su vida.
Por último, pudo caminar hasta la carretera y encontró a alguien que lo recogiera.
Está buena la película.
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